Me acordé de una de las historias de Truman Capote en su libro "Música para camaleones". Un hombre perdido y sin rumbo divisa una pequeña luz en la lejanía, casi amarillenta, muy tenue. Al llegar hasta ella se sorprendió porque no vio lo que precisamente esperaba, pues al asomarse a unas de las ventanas, sólo encontró a una anciana que no oía muy bien acompañada de muchos gatos. No os cuento más por si algún día queréis leerla.
Aquella noche me fijé en la luz de muchas ventanas pero sólo una me llamó la atención ¿por qué?. Bueno ni yo misma lo sé pero me hizo pensar en muchas cosas, entre ellas la cantidad de personas que hay en tu misma ciudad y lo ajenas que nos resultan. Gente con la que te cruzas a menudo porque se va hacia un mismo lugar o aquellas que ves una vez y no vuelves a verlas más, es como si entraran durante un momento en nuestra conciencia y salieran de igual modo. Las palabras de aquel poeta hispanoamericano que decían; "Alguien advertiría la humedad de las lágrimas, llorarían por seres que jamás conoció, que acaso no es posible que existieran aunque estuvieron vivos en el recuerdo o en la imaginación. Lloraríamos todos por los desconocidos, los para mí difuminados en la magia del tiempo."